lunes, 15 de marzo de 2010

Otra ostra

No sé si disculparme por haber estado tanto tiempo "aut" o si os he hecho un favor y debo sentirme satisfecha. He tenido mis motivos que no me atrevo a transmitir. Bueno, os lo diré si no sale de la red. Millones, trillones de usuarios, y presuntos lectores, guardadme el secreto. Sé que los bufones cibernautas no tenemos derecho a estar tristes, pero como en esta Corte no se cobra y no hay ningún contrato, me he tomado la licencia de pasar unos días de duelo, poco más de un mes, pues empezó el 2 de febrero. No es mucho tiempo si tenemos en cuenta que un amigo mío japonés ha tardado en contestarme un mail varios meses porque murió su madre y durante un año no pudo hacer vida medianamente normal. (Ya sé que la vida de normal no tiene nada, que no es más que un constante fenómeno paranormal, pero si empezamos a no ponernos de acuerdo con lo que significan ciertos términos vamos de cráneo). Iba diciendo que el luto en Japón consiste en abstenerse de cultivar las relaciones de amistad y cariñete durante un año. Aquí el luto es una costumbre extinta que ya no está bien vista, porque la vida sigue y eso, pero no por eso estamos menos tristes. A mi nadie me ha dado el pésame supongo que porque no era un allegado de primera línea (de mar?), o de primer grado, o como quiera que se diga, pero el corazón no entiende demasiado de parentescos y se fija en cosas que a los notarios les daría la risa, como alguna vez en que te abrazaron con mucha ilusión porque llevaban un año sin verte, o en otra ocasión te dio un ataque de risa al unísono por la misma clase de tontuna, o notaste algo que ni siquiera hay palabras para nombrarlo porque los idiomas tienen sus carencias, y no pierden el tiempo en inventar definiciones para las insignificantes vibraciones del corazón. Si el derecho romano no lo contempló hace dos miles de años es que no tenía ninguna razón de ser. No olvideis que los abogados son muy listos.
Así que me quedo aquí sin pésames ni nada, y me disculpo de nuevo por haberme ensimismado en el hueco que tiene eco-eco- eco ...
Otro de los motivos por los que he pasado de largo del ordenador ha sido la cantidad de cosas que se han amontonado en mi casita mental de Piolín, todas tan importantes que no sabía por cual empezar y como siempre que ocurre esto las ideas que no salen al escenario se van autodestruyendo como los paquetes bomba, se queda todo borroso y con olor a pólvora. Imaginaros a la pinza tendida sobre las tablas con una humareda tal que no se veía ni la punta de los dedos, sin atreverse a toser, no fuera a ser que el eco del hueco volviera otra vez a la carga.
Entonces, abrumada por mi propio ostracismo, recordé un texto que escribí hace años, sobre la naturaleza de las ostras, y me pregunté porqué se inventó la palabra ostracismo si no tiene nada que ver con el carácter de las ostras. Ahí va el texto, y me decis si estais de acuerdo conmigo o no. (Hay que ver los creadores del lenguaje, bien que tienen tiempo para inventar palabrejos absurdos que acaban en -ismo, que se lo añaden a la primera palabra que pasa y sin embargo no hay nada para hablar de eso).

OSTRA
Encontré una pequeña concha de ostra en una playa, aunque no puedo poner la mano en el fuego de que no fuera más que una valva de almeja costrosa con interior nacarado. Es lo de menos. Lo de más es que tuve un "insight", un momento lúcido de comprensión de la naturaleza de la ostra, con la que inmediatamente me identifiqué. Es un animal, supongo, que se protege de los elementos externos malignos con un caparazón que cierra herméticamente a la menor señal de peligro. Puede que en algunas ocasiones se confunda y considere amenzadoras situaciones que en realidad no lo son. Pero el caso es que tiene esa capacidad de cierre al mal rollo, de no te quieres enterar, ye, ye, y por otra la libertad de abrirse de par en par y dejar su vulnerabilidad al alcance de la mano, sin reparos. Todo su cuerpo casi líquido, agarrado por un fino hilo a la concha, se vuelve absolutamente sensible a lo que ella, motu propio, ha permitido penetrar, franqueando la fortaleza para inundarse de sensaciones, sabiendo que es todo o nada y decidiendo que sea todo. Y eso gracias a su mecanismo abre-cierra, como de bisagra. Y ese mecanismo primitivo y sincero (que tiene un punto que me recuerda a la horrible canción de Abre la muralla, cierra la muralla, así que por favor borradla de la mente y no empeceis a tararearla, que se pierde el duende que estaba empezando a surgir), digo, que ese mecanismo, nos da una gran lección de elegancia, cuando forma una perla con todas aquellas cosas a las que les fue permitido cruzar la barrera, pero que en realidad no se lo merecían. 
Querría ser así de ostra-sabia y dejar entrar a ratos todo y a ratos nada, aún a sabiendas del horrible final que me esperaría: la muerte mortal a manos de unas manos que exprimen el limón y riegan con ácido el cuerpo-víscera de la pobre ostra para engullirlo con grima por la textura de escupitajo al contacto con la lengua y el paladar, y sin embargo un placer embriagador al saborear todas las experiencias envueltas en mar, alguna vez embriagadoras, que con permiso traspasaron la frontera.
Bueno, no está tan mal que al final te beban con una mezcla de asco y placer y hayas producido una esfera blanca, áspera y brillante con todas las tonterías que por despiste de tu mecanismo primitivo dejaste entrar.