domingo, 6 de febrero de 2011

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

Hola:

Desde la culpabilidad más absoluta me dirijo a vosotros suplicando que perdonéis esto que parece desidia pero que no lo es, que es más bien una falta de tiempo todo el tiempo, que no permite que me siente al ordenador cuando las ideas están fresquitas y sanas. En este período largo de ojo del Guadiana hundido en la tierra subterránea, os he echado de menos a todos los lectores amigos y me he sentido un poco más sola de lo normal. Por mi mente han pasado varias ideas-hilos conductores de textos que murieron antes de nacer y se fueron al Limbo. Y ahora ya no hay quien los recupere. En el Limbo no existe la memoria y todo lo que allí va a parar, se llena de telarañas y de una gruesa capa de polvo en la que podemos escribir con el dedo para nada, para que un estornudo de alergia a los malditos ácaros borre de un plumazo las palabras que no se llevará el viento, sino que serán depositadas en forma de duna y ya nadie podrá leer.

Pero sí que recuerdo una de las ideas que se me vino a la cabeza: fue la de hablaros de las misas de la infancia  (qué tema apasionante) porque recuerdo que al pensar en un comienzo tipo "queridos hermanos", me acordé de las cartas a los corintios, los efesos, los selenitas, los jacobeos... y me empecé a cuestionar este estilo mío epistolar-evangelizante. De la reflexión me he olvidado totalmente.

Pero desde ahí mi memoria saltó a la capillita del colegio y a cómo los ojos se posaban aburridísimos en las propias rodillas con la falda del uniforme un poco más arriba y se quedaban estrábicos, como cuando intentamos descubrir esas imagenes 3D ocultas en un fondo abstracto y que, por cierto, cuando por fin descubrimos, siempre nos decepcionan. Echo de menos ese estado mental tan placentero, sí, sí, el aburrimiento en aquel entorno era superplacentero. Estabas en comunidad y podías dejar la mente en estado alfa, abiertamente, delante de todo el mundo, sin tapujos, ponías el pensamiento en cualquier idiotez y podías perder el tiempo sin que nadie te lo recriminase, sino todo lo contrario; estabas cumpliendo tus obligaciones de cristiano que en aquella época era como ahora pagar tu cuota mensual a una ONG. Salías de la iglesia con la conciencia limpia hasta la siguiente semana. Era como hacer la colada de la conciencia y para eso solo tenías que perder una hora de tu tiempo pensando en las musarañas. (Ahora que ha salido esta palabra a colación, ¿habéis visto alguna vez una? Son preciosas, parece que las diseñó Walt Disney. Cierro paréntesis y disculpad. Pero así era la mente en las misas de la infancia, una mosca que se va parando en lugares absurdos sin ningún objetivo claro, que se frota las patas, las antenas o lo que sea, para entretenerse.

La segunda idea interesante que se me ocurrió se fue directa al Limbo. Esa sí que se murió del todo y supongo que con ella murió también alguna chispa de creatividad que podría haber sido el germen de una gran obra pincil. Lo sentimos mucho. Por más que me he esforzado no he conseguido recordarla y casi prefiero que se vaya para siempre, no vaya a pasar lo mismo que con las imágenes 3D que os decía que siempre son una decepción. Te pones a mirarlas y después de ese esfuerzo que te duele en los ojos descubres una mierda de delfín horrible o de flores espantosas. Así que dejo marchar a esa idea oculta en el fondo abstracto de mi memoria y no intento recordarla nunca más. Lanzo un ramillete de flores con mi mano enguantada de blanco, sobre el ataúd del olvido y le doy mi adios.

A partir de ahora registraré en un papel o en una grabadora todo lo que se me ocurra, no vaya a ser que nos estemos perdiendo un sinfin de ideas geniales de una pinza estresada.

Por eso ahora podéis entender que no es vagancia, sino que los momentos de inspiración te tienen que pillar con el ordenador funcionando o al menos con una libreta a mano en la que anotar alguna cosilla, porque sino no puede uno dedicarse a escribir sin escribir, es completamente imposible. Y cuando en la vida no existen esos momentos donde la conciencia está tranquila vagando por sus paisajes imaginarios sin que nadie la moleste, no se puede crear ni hacer nada. El esfuerzo no lleva más que a descubrir imágenes horribles que era mejor que se hubieran quedado ocultas en ese estampado también horrible de los libros de 3D.