Hola amigos y allegados:
Quiero empezar felicitándoos estas fiestas entrañables. Me refiero, como todos sabeis, a las Saturnalias, que celebramos siempre por estas fechas desde los romanos, comiendo toda clase de combinaciones de alimentos engordantes. Los romanos también se ponían hasta arriba y montaban unas fiestacas en Roma que eran como la Noche en Blanco pero en divertido. Quiero decir que allí participaba también todo el mundo, todos salían a la calle, como nosotros ahora, pero se lo pasaban bien. Los amos servían a los esclavos por una vez en todo el año (creo que aprovechaban esas doce horas de poder para ensañarse con los amos y vengarse de todos los sinsabores que les habían provocado, como los latigazos y las palizas informales y les pedían a los amos que les trajeran un vaso de agua a la cama, los muy ruines. Bueno no estoy documentada, así que no os fieis mucho porque me dejo llevar por la imaginación, me pongo en su lugar, y yo por lo menos los putearía de esa manera. No os quiero aburrir con datos, pero si quereis saber cómo celebraban los susodichos romanos las Saturnalias haced el favor de meteros en internet y teclearlo y vereis la de cosas curiosas que encontrais, que aquí nadie inventa nada, el Corte Inglés con sus luminosos horteras ya estaba más que inventado, los arbolitos y hasta Santa Claus, que creo que lo recicló la Cocacola de un mix entre el auténtico Papa Noel que iba de Verde, el rojo corporativo de la marca y un vecino gordo que vivía al lado del creativo que soltó un jojojo cuando se metieron juntos en el ascensor y se rozaron las barrigas. Aquí va mi felicitación para los que sois majetes en general, aunque tengais algún momento mala-persona, que todos lo tenemos, no os preocupeis.
Os lo deseo de todo corazón así como a mis enemigos, si los tuviese, les desearía lo siguiente:
Que si están enfermos empeoren, que lo pasen asquerosamente mal en compañía de sus seres queridos, que no es difícil, y que tengan un año nuevo horríbilis, en fin, que les vaya a todos fatal, y sobre todo que se aburran mucho, se mueran de asco y no le encuentren sentido a la vida y se sientan culpables porque hay tantas personas muriéndose de hambre y sufriendo injusticias sociales.
Que pena no contar con enemigos en este momento porque me encantaría diseñar una felicitación con todas estas ideas.
Bueno, y el título de la entrada de hoy es porque me siento muy abandonada por el tabaco que ha elegido unas fechas espantosas para dejarme. Le echo de menos. Tengo momentos en que me río y me olvido, pero son los menos, y además es una risa un poco esquizofrénica. La mayor parte del tiempo no puedo evitar pensar que fue una larguísima relación, de dependencia, vale, pero también había amor y placer, y odio, y de todo, fueron más de 30 años juntos, el olor, el humo, la cleptomanía mecheril, las miradas de ternura y a veces rencor, todo hay que decirlo, ... y ahora ... me ha dejado y no sé por qué. No sé qué le he hecho, en qué he fallado ... y precisamente ahora, que todo el mundo fumará y reirá carraspeando y toserá y se atragantará y serán felices, ... y yo ... no sé qué voy a hacer. Puedo dedicarme a la bebida, que creo que está libre. No sé. es demasiado pronto para empezar otra relación. Perdonad que os de la vara, pero lo estoy pasando francamente mal y en cambio él, el tabaco promiscuo, yéndose con todo el mundo, le da igual ocho que ochenta. Me las pagará.
Repito, felices fiestas, vosotros fumadores activos. Un abrazo
sábado, 19 de diciembre de 2009
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Lo siento cuaderno
Verdaderamente lo siento y pido disculpas a mi cuaderno, porque este texto le pertenecía y el medio virtual con su popularidad , se lo ha robado. Este iba a ser un texto nocturno de insomnio nervioso, propio del cuaderno, pero la pinza tira al blog, como la cabra al monte. Entre cambio y cambio de postura, se ha ido creando un texto, el sólo, juro que no tengo nada qué ver, y se ha puesto tan cabezota que me ha obligado a levantarme, agarrar el portátil a ciegas y ponerme a escribir: la tiranía de las neuronas que no tienen la disciplina suficiente para dormir cuando hay que dormir y trabajar cuando hay que trabajar y ponen al resto del sistema nervioso a su disposición cómo y cuándo les da la gana.Como ya tengo la pinza espabilada, intentaré reproducir el texto obedientemente.
Todo ha empezado con una reflexión sobre un tema de carácter gramatical en el que se hacía necesario hablar de un verbo transitivo. Eso me ha llevado a imaginar la expresión de disgusto, por no decir asco, de los lectores que siempre llevaron con orgullo eso de odiar la asignatura de lengua castellana, y por derivación cualquiera de las otras segundas lenguas que intentaron malamente enseñarles en el colegio y de las que seguramente solo aprendieron a decir mi sastre es rico o yo soy un estudiante. (Esta última frase tiene más posibilidades de usarse que la primera, no me digais que no). (Por cierto, los profesores de primeras y segundas lenguas deberían cuestionarse un poco qué hacen para impedir el conocimiento de algo tan natural y fácil para un niño, y conseguir a cambio el odio eterno hacia los idiomas y sus pobres gramáticas, que no tienen la culpa de nada, porque no es normal, es como una anomalía del mundo moderno). (Perdonad tantos paréntesis, pero soy incapaz de reproducir el texto tal como lo habían planeado mis neuronas déspotas, sin meter baza y decir lo primero que se me pasa por la cabeza).
Vale, sigo, obediente: Recordé entonces que, en general, yo había tenido buenos profesores de lengua castellana y una muy buena profesora de literatura en el bachillerato que no se adivinaba que era catedrática por su abrigo, que no debía abrigarle mucho porque tiritaba mientras hablaba. Y una vez nos contó que a sus hijos, que tenía varios, les ponía nombres siguiendo un tema, por ejemplo, la Biblia para la mayor, que se llamó Esther Judith Sara o los Nibelungos para la siguiente, Sigfrida Brunilda Krimilda, como si fueran trípticos o trilogías. Porque antes se ponían tres nombres a los recién nacidos y cavilando cúal sería la razón se me ha ocurrido que era un motivo de realce dramático de la escena del bautismo. Imaginaros la iglesia con un olor rancio o de humedad y esa luz difusa que invita a la somnolencia o al menos a la distracción. Junto a la pila el cura con su traje de cura y sobre ella la pelotita peluda y caliente de la cabeza del bebé reciente, y la tensión dramática de la mano del cura sujetando la concha llena de agua fría de la pila sobre la cabecita dormida y con parsimonia recitando la retahíla de nombres y todos atentos con el corazón palpitante. No me negareis que tiene mucho más interés que ir al Registro Civil y decir, nació ayer y se llama Izan, no es un nombre vasco, es Ethan? no Izan.
Bueno, eso es todo por hoy. Espero perdoneis que os haga partícipes de mis recuerdos, recordar significa volver a pasar por el corazón, y quizá no teníais ningunas ganas de pasar por el corazón recuerdos que no os pertenecen, pero bien podeis ahora, curiosas pinzas, investigar cómo se ha pasado de trinombrar a las personas a ponerles un solo nombre pero muy chorra.
Ah! y decidme si pensais que la próxima vez mejor desobedezco a las neuronas-pájaros.
Todo ha empezado con una reflexión sobre un tema de carácter gramatical en el que se hacía necesario hablar de un verbo transitivo. Eso me ha llevado a imaginar la expresión de disgusto, por no decir asco, de los lectores que siempre llevaron con orgullo eso de odiar la asignatura de lengua castellana, y por derivación cualquiera de las otras segundas lenguas que intentaron malamente enseñarles en el colegio y de las que seguramente solo aprendieron a decir mi sastre es rico o yo soy un estudiante. (Esta última frase tiene más posibilidades de usarse que la primera, no me digais que no). (Por cierto, los profesores de primeras y segundas lenguas deberían cuestionarse un poco qué hacen para impedir el conocimiento de algo tan natural y fácil para un niño, y conseguir a cambio el odio eterno hacia los idiomas y sus pobres gramáticas, que no tienen la culpa de nada, porque no es normal, es como una anomalía del mundo moderno). (Perdonad tantos paréntesis, pero soy incapaz de reproducir el texto tal como lo habían planeado mis neuronas déspotas, sin meter baza y decir lo primero que se me pasa por la cabeza).
Vale, sigo, obediente: Recordé entonces que, en general, yo había tenido buenos profesores de lengua castellana y una muy buena profesora de literatura en el bachillerato que no se adivinaba que era catedrática por su abrigo, que no debía abrigarle mucho porque tiritaba mientras hablaba. Y una vez nos contó que a sus hijos, que tenía varios, les ponía nombres siguiendo un tema, por ejemplo, la Biblia para la mayor, que se llamó Esther Judith Sara o los Nibelungos para la siguiente, Sigfrida Brunilda Krimilda, como si fueran trípticos o trilogías. Porque antes se ponían tres nombres a los recién nacidos y cavilando cúal sería la razón se me ha ocurrido que era un motivo de realce dramático de la escena del bautismo. Imaginaros la iglesia con un olor rancio o de humedad y esa luz difusa que invita a la somnolencia o al menos a la distracción. Junto a la pila el cura con su traje de cura y sobre ella la pelotita peluda y caliente de la cabeza del bebé reciente, y la tensión dramática de la mano del cura sujetando la concha llena de agua fría de la pila sobre la cabecita dormida y con parsimonia recitando la retahíla de nombres y todos atentos con el corazón palpitante. No me negareis que tiene mucho más interés que ir al Registro Civil y decir, nació ayer y se llama Izan, no es un nombre vasco, es Ethan? no Izan.
Bueno, eso es todo por hoy. Espero perdoneis que os haga partícipes de mis recuerdos, recordar significa volver a pasar por el corazón, y quizá no teníais ningunas ganas de pasar por el corazón recuerdos que no os pertenecen, pero bien podeis ahora, curiosas pinzas, investigar cómo se ha pasado de trinombrar a las personas a ponerles un solo nombre pero muy chorra.
Ah! y decidme si pensais que la próxima vez mejor desobedezco a las neuronas-pájaros.
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