domingo, 18 de marzo de 2012

Mis lecturas desde ultratumba

Hola a mis estimados lectores:
Como sabeís el blog murió. Fue una muerte lenta y solitaria. Poco a poco el enemigo, que llevaba ya tiempo acechando, clavó la estocada certera y acabó con la vida de la joven Pinza, que había emergido no se sabe de dónde. Yo esperaba que resurgiera como el ave Fénix, con una fuerza de héroe legendario, pero no ocurrió así. El enemigo fue más fuerte.
Así que la que escribe ahora no es una Pinza resucitada y renovada, sino un fantasma desde ultratumba. Desde el más allá, lugar que no es de descanso eterno, que lo sepáis, sino todo lo contrario, de estrés y falta de tiempo, intenta contactar con vosotros, utilizando la internet de medium por si alguien pregunta, espíritu, ¿estás ahí?
Ahí estoy en mi forma no material, soy todo intelecto, como decía Gulp. En este tiempo del más allá que corre diferente del más acá, he leído varios libros que me urge comentar con vosotros, sin destripároslos, pues las almas idas no hacemos ese tipo de cosas. La urgencia podría habérseme pasado con todas esos líos tan importantes que tenemos los espíritus, pero no ha sido así: mi cuerpo inmaterial ha sentido una especie de dolor agudo, parecido al que se tiene cuando tragas con las amígdalas inflamadas, en toda mi nube de no-materia y todo el tiempo atemporal. Una sensación un poco extraña y molesta a la vez. Una especie de pinchazo etéreo.

Vamos al grano y os cuento cuáles han sido mis lecturas de ultratumba. Mi espíritu no ha cambiado de gustos con respecto a mi vida en la Tierra y sigo decantándome por los clásicos y los premios nobeles, como cualquier espíritu puro.

El primero, que seguro que todos habréis leído es Un mundo feliz, A Brave New World. Para empezar no sé porqué han traducido el título así. Yo habría dicho el Estupendo Nuevo Mundo, o Fantástico, o cualquier otro adjetivo más parecido a Brave que a Happy, porque los personajes del libro no paran de decir esa frase, como diciendo, mola, es de puta madre. No os voy a contar el argumento porque lo he prometido, comentaré sólo un par de cosillas. Primero que el autor era guapísimo, ciego, pero un pivón. Os coloco a la izquierda la foto para que veáis que no miento, que Adous Huxley estaba muy bueno. Ahora en el más allá puedo disfrutar de él con más cercanía.
Lo segundo, que supongo que sabréis porque habréis leído el libro, es que era un visionario y que en 1935 describe el mundo que tenemos ahora con sus operaciones de estética, sus parques temáticos, sus ansiolíticos, su religión del consumo, sus ciudadanos de categorías diferentes, y así... Quizá no fue tan adivino y ya en aquel momento se estaba gestando todo esto. Pero lo mejor del libro es la escena en la que un salvaje habla de Shakespeare, diciendo que le agradece haber encontrado en  Otelo un modelo para poder expresar su ira y su dolor. Antes de haberlo leído no era capaz de encontrar las palabras para entender lo que le sucedía. Y es que eso es lo que tiene la literatura, que es como un psicoanalista que te comprende y te ayuda.

Mi segundo libro es de Orhan Pamuk, turco él, estambulí, y se llama El Museo de la Innocencia. Es una historia de amor, no os digo más. Un libro largo y triste con dos capítulos que me han parecido dos joyas. En uno habla de las formas que tienen las colillas apagadas de los cigarrillos y presenta una especie de catálogo con unas 4.000 colillas, ordenadas por las formas que cogen según las apagó su amada, unas con desinterés, otras con rabia, otras meticulosamente, dando lugar a formas como signos de interrogación o cilindros perfectos, por poner un ejemplo. Pero vale la pena leer aunque sea este capítulo. En el otro habla de las cosas cotidianas haciendo un listado genial, por si a alguien le había pasado desapercibido lo que ocurre cuando de verdad quieres a alguien. El colecciona además de las colillas, todos los instantes mínimos del amor. Espero no estar poniéndome demasiado romántica, pero es que en el más allá, como no hay sexo hay que hablar de romanticismo.

Y el tercer libro es de Coetzee, un sudafricano que habla también del amor sin ser una novela de amor. El título es Verano y pertenece a una trilogía, con Infancia y Juventud. Es una autobiografía en boca de unas mujeres que le conocieron en vida, porque se supone que está muerto pero no lo está, no como yo, y todas le ponen a caldo. Pobrecillo, parece que se miró en unos espejos femeninos y se vio hecho un asco. Es curioso como él se desdobla en su crítico más crítico y se pone a parir. A mi me ha recordado a Van Gogh, cuando decía que tenía una hoguera ardiendo a la que nadie quería ir a calentarse. A este pobre Coetzee por lo visto tampoco le entendía nadie. Le veían raro, solitario, callado y asexuado. En fin, un dechado de virtudes.

Ahora que esta Pinza está muerta y enterrada, después de haber leído estos tres libros se ha sentido como el salvaje que leía Otelo: un poco mejor y un poco más acompañada. Gracias a los tres.

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